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Contribución al seminario web del Frente Unido por Omar Vera Colombia

 

Exponiendo las mentiras verdes de Glencore

Exposing Glencore’s greenwashing

Ponente

Omar Vera, periodista colombiano, investigador de conflictos ambientales y movimientos sociales, aspirante a magíster en Comunicación y Medios de la Universidad Nacional de Colombia, director del colectivo tecnoactivista y periodístico El Turbión (https://elturbion.com)

 

Carbón, energía y guerra

El negocio del carbón se ha convertido en uno de los más lucrativos del mundo actual. Los planes de reactivación económica post COVID-19 de las principales economías del norte global han exigido un aumento significativo de la producción de energía eléctrica destinada principalmente a las industrias analógicas y digitales, el comercio y, en una menor medida, el consumo doméstico. Esto ha multiplicado la demanda de combustibles fósiles, extraídos principalmente de los países del sur, y que son destinados a ser quemados en plantas termoeléctricas.

Según la Agencia Internacional de Energía (IEA, por su sigla inglés), en 2021 la demanda global de electricidad subió en un 6% a más de 1.500 Twh y el uso de carbón térmico para generación eléctrica aumentó en un 9% hasta un nivel nunca antes registrado para cubrir 36% de este voraz consumo que tiene a China, Estados Unidos, India y Europa, especialmente Alemania, como los países que quemaron la mayor cantidad de este mineral. Asimismo, señala el ente internacional, las emisiones de CO 2 relacionadas con energía eléctrica fueron de 36,3 billones de toneladas métricas, la mayor cantidad registrada en la historia, de las cuales la mayoría estuvieron relacionadas con quema de carbón que correspondieron a 15,5 billones de toneladas (gigatonnes). Europa fue el mayor aportante de este gas de efecto invernadero con más de 700 gramos de CO 2 por kWh producido, seguido por China, Estados Unidos e India.

A inicios de 2022 estalló la guerra en Ucrania, luego de meses de tensiones por los precios del gas proveniente de Rusia y de incertidumbre por el futuro de la producción energética en Europa. La escasez no solo disparó los precios internacionales de los combustibles fósiles sino que hizo virar a las economías más fuertes del mundo hacia el carbón, que alcanzó su precio más alto en la historia el 8 de marzo con USD 439 por tonelada.

En resumen, las grandes compañías mineras son hoy más ricas que nunca gracias a la dependencia de combustibles fósiles para hacer cumplir los planes de reactivación económica de la burguesía imperialista, a la injusta guerra en Ucrania y al poder que ejercen sobre los países exportadores de carbón que, como Colombia, se ubican en el sur global. Mientras tanto, vemos como se van al traste los planes de ‘descarbonificación’ del mundo, los acuerdos de la Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP) y las normativas internas de los países para reducir las emisiones de gases de invernadero.

El voraz apetito de las economías más poderosas y de los grandes monopolios financieros internacionales está acabando con la vida sobre el planeta, mientras a los pueblos que sufrimos la opresión colonial y neocolonial nos quedan los huecos sobre la tierra, las aguas de nuestros ríos ynuestros suelos contaminados, comunidades desplazadas y miles trabajadores enfermos y discapacitados para entregarles el carbón.

 

Nuestra investigación

Desde 2012, El Turbión ha acompañado a organizaciones sindicales de trabajadores mineros y comunidades afectadas por la minería de carbón en el norte de Colombia. En ese entonces, los trabajadores de la mina de La Jagua de Ibirico, que hasta hace unos años fuera la cuarta explotación a cielo abierto de este mineral más grande en el mundo, se levantaron y llevaron a cabo una huelga de 92 días en contra de Glencore, compañía a la que acusaban de evadir impuestos en Colombia, cometer todo tipo de abusos contra los trabajadores (se calculaba unos 1.200 obreros enfermos de los más de 4,000 que laboraban en la mina) y de daños ambientales que resultan imposibles de reparar luego de casi tres décadas de operaciones.

A partir de allí, hemos documentado los impactos de la minería de carbón sobre el bosques tropical, los ríos, los suelos y el aire en el norte de Colombia, donde se encuentran las mayores pozos de extracción del país, y hemos acompañado las luchas de los obreros y las comunidades indígenas, afrodescendientes y campesinas afectadas para reivindicar sus derechos y fortalecer, a través de la investigación periodística, su capacidad de organización y de negociación colectiva. Asimismo, hemos investigado las violaciones de derechos humanos cometidas en las regiones mineras y la responsabilidad de compañías como Glencore y Drummond en asesinatos de sindicalistas, desplazamiento forzado de comunidades y la muerte de al menos 4.000 niños indígenas wayúu de física hambre y sed por el acaparamiento de aguas para la minería en El Cerrejón, la mina de carbón a cielo abierto más grande de Latinoamérica.

Con el tiempo, Glencore se hizo la minera más grande del mundo, precisamente gracias a la ‘flexibilización’ de las reglas del norte global respecto al consumo de carbón para producción de energía eléctrica y a la escasez mundial del mineral derivada de la crisis portuaria y la guerra en Ucrania. Esto, claro, además de diversas maniobras financieras de la compañía para fortalecer su monopolio, que incluyeron adquisiciones agresivas de minas en todo el mundo, cierre de algunas de sus instalaciones con despidos masivos de miles de obreros, evasión de impuestos y obligaciones de reparación ambiental, y hasta uso de trabajo de niños esclavos por parte de sus proveedores, todas estas conductas denunciadas por diferentes organizaciones sociales a nivel mundial.

En 2021, esta compañía cuyas oficinas centrales se encuentran en la ciudad de Baar en Suiza, alcanzó ingresos totales por USD 203.751 millones de dólares (203,7 billions in English), y cuenta entre sus inversores con los fondos de pensiones de países como Suecia y Dinamarca, empresas públicas del sector eléctrico y diversos fondos de capital (muchos de ellos de carácter público de los países del norte global) que se benefician de las malas prácticas de la compañía en las naciones oprimidas y de su gigantesco aporte a la emisión de gases de efecto invernadero. Actualmente, opera 16 minas de carbón en Australia, el primer país exportador de este combustible; 8 en Sudáfrica, el quinto exportador; y 1 en Colombia.

En este país, en esta Colombia que se encuentra en una esquina de Sudamérica, entre 2021 y 2022 Glencore se hizo con el control de la mina de El Cerrejón y cerró las de La Jagua de Ibirico y Calenturitas, echando a miles de trabajadores a la calle y devolviendo al Estado colombiano los lotes y licencias mineras para su venta a otra compañía o para retomar actividades allí, según soplen los vientos del mercado internacional. Así, logró eludir buena parte de sus responsabilidades con lasreparaciones ambientales, laborales y penales por tres décadas de actividades, mientras informa a sus accionistas de una conducta ejemplar en sus operaciones y asegura mantener una de las emisiones de carbono más bajas de las industrias extractivas en una gigantesca operación de lavado de imagen ‘verde’ (greenwashing) que le asegura un importante flujo de capitales.

Para la primera mitad de este año Glencore había extraído de sus minas en el mundo 55,4 millones de toneladas métricas (mt) de carbón térmico, de las cuales ya había vendido 35 obteniendo ingresos por USD 13,598 millones: 27,6 mt fueron exportadas desde Australia, 6,3 mt desde Sudáfrica y 10,8 desde Colombia, según el informe semestral publicado para sus inversionistas en su página web. A pesar de los reclamos de ambientalistas, pueblos indígenas y trabajadores, la compañía espera aumentar dicha producción para el final de este año, así como sus ventas al norte global y sus ganancias.

Desde El Turbión estamos trabajando en una investigación transfrotneriza con colectivos de periodistas de investigación de Sudáfrica, Suiza, Dinamarca y Suecia, y con información proveniente de Australia para exponer este lavado de imagen ‘verde’ y otros comportamientos cuestionables de dicha compañía.

Con esto pretendemos:

1. Revelar los impactos ambientales producidos por la actividad minera de carbón desarrollada por Glencore en Colombia y las posibles contradicciones entre estos y la información que reporta la compañía en Suiza y a sus inversionistas en distintos países de Europa.

2. Comparar esta situación con la de Australia y Sudáfrica, y posiblemente incluir Canadá, donde adelanta labores de exploración.

3. Exponer las mentiras verdes que Glencore divulga en su país de origen (Suiza) y entre sus inversionistas en términos de impactos ambientales y violaciones de derechos humanos y laborales.

4. Crear un repositorio público de información sobre el mal comportamiento de Glencore (que puede ser organizado como una base de datos cartográfica, por ejemplo) en sus operaciones mineras de carbón, que pueda ser extendido luego a otras de sus actividades.

5. Aportar a los movimientos sociales y de trabajadores del mundo información significativa sobre el comportamiento de la compañía, de forma que pueda profundizarse el conocimiento sobre la misma y construir estrategias más efectivas en que los pueblos del mundo luchan por detener las violaciones de los derechos humanos, ambientales, sociales y laborales que comete.

Gracias.

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