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Sobre las condiciones político-ideológicas de la Revolución de Octubre

Discurso de introducción para el seminario de 100 años de Revolución de Octubre, bloque temático 1, Partido Comunista Revolucionario (PCR) de la Argentina, 27 de octubre de 2017

 

La Revolución de Octubre en el Imperio ruso, que conmemoramos a sus 100 años, significó un salto gigantesco en la historia de la humanidad. Sus enseñanzas, a partir de sus particularidades, son de validez universal. Aprendemos de ella así como de las revoluciones en otros países del siglo 20, hayan sido triunfantes o derrotadas, como había ocurrido en la Comuna de París en el Siglo 19.

El gran dirigente y organizador del Partido del proletariado que llevó al triunfo de la Revolución de Octubre en la Rusia de 1917, Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, guiándose en los aportes fundaciones de Carlos Marx y Federico Engels, realizó un profundo análisis sobre la formación del sistema imperialista mundial, que condensó en lo que llamó un ensayo popular: El imperialismo, fase superior del capitalismo, completado a inicios de 1916. Un aporte teórico fundamental al marxismo, en el que discutía el carácter de la primera guerra mundial, iniciada en 1914.

 

Allí concluyó que desde comienzos del siglo 20 se habían consolidado los rasgos imperialistas del capitalismo que se venían desarrollando desde el último cuarto del siglo 19 y que el capitalismo había entrado en su fase imperialista. Se abrió, como la definió Lenin, la época del imperialismo y de la revolución proletaria. Lenin señaló que el imperialismo se caracterizaba políticamente por el desarrollo del militarismo, el armamentismo, la violencia extrema contra la clase obrera y los pueblos, la escisión del movimiento obrero y, muy particularmente, por la guerra. Y sintetizó: “El imperialismo es la reacción en toda la línea”. Las burguesías imperialistas no sólo explotan a la clase obrera y oprimen a los pueblos de sus países, sino que oprimen y saquean al mundo entero, convirtiendo a la mayoría de los países del globo en colonias, semicolonias y países dependientes.

Esta época se caracteriza por el pronunciado desarrollo desigual de los países imperialistas, el surgimiento de nuevos monopolios y potencias imperialistas, y el retroceso de otros, que agudizan la competencia entre los monopolios imperialistas y la rivalidad entre las potencias imperialistas por el control del mundo, trayendo nuevas guerras por su reparto.

La disputa interimperialista por el control del mundo generó en 1914 la Primera Guerra Mundial. Durante la misma, el Partido Comunista (bolchevique) de Rusia dirigido por Lenin condujo la insurrección armada de los obreros, campesinos y soldados en octubre de 1917, que llevó al triunfo de la revolución socialista en Rusia.

Lenin demostró, contra las posiciones de Kautsky del “ultraimperialismo”, que el desarrollo desigual inherente al capitalismo no se atenuaba sino que por el contrario se agudizaba en su fase imperialista. Por eso, la guerra era un resultado inevitable de la rivalidad intermonopolista e interimperialista, y para enfrentarla era necesaria y posible la revolución socialista.

También frente a esa realidad se delineó una estrategia revolucionaria que apostaba a romper “la cadena“de la dominación imperialista por su “eslabón más débil”, allí donde se concentraban del modo más agudo todas las contradicciones, haciendo posible el triunfo de la revolución y su expansión ulterior.

Es conocido que la mayoría de los partidos socialistas europeos de la Segunda Internacional se hundieron en la más abyecta traición a la clase obrera al ponerse del lado de las burguesías de sus países. En cambio, Lenin y los bolcheviques se mantuvieron fieles al marxismo y al internacionalismo proletario, planteando la línea de “cambiar de hombro el fusil” y transformar la guerra imperialista en guerra civil contra su propia burguesía imperialista. En este sentido la Revolución de Octubre fue la concreción práctica de esta posición.

La clara definición de Lenin y los bolcheviques frente a aquella primera gran confrontación militar entre las potencias imperialistas sirve de referencia para la actualidad, cuando crecen los factores de guerra en el mundo y se pone en discusión en todo el mundo si las fuerzas obreras y populares deben oponerse a la guerra imperialista deben ir a la cola de un bando contra el otro.

Efectivamente, la Revolución soviética brotó como respuesta a la guerra imperialista y aprovechando sus contradicciones, abriendo un período de auge revolucionario europeo y mundial. Los casos más destacados fueron la emergencia de la revolución en Alemania y en Hungría, sobre las cuales los bolcheviques cifraron grandes esperanzas para poder avanzar en la transformación socialista en Rusia. Sin embargo esas revoluciones fueron derrotadas.

Por otra parte, la Revolución de octubre se expandió, a través de la guerra civil y contra la intervención de 14 potencias extranjeras, a las naciones y pueblos oprimidos por el zarismo y el imperialismo ruso. Ese proceso aseguró su triunfo e hizo posible la libración nacional y el inicio de la construcción socialista en las zonas asiáticas del antiguo Imperio ruso, con el protagonismo de pueblos oprimidos durante siglos. También se verificó que en la nueva época, la agudización de la contradicción entre las potencias imperialistas y las naciones y pueblos oprimidos otorgaba un nuevo carácter a la “cuestión nacional”, cuya resolución se hacía posible sobre la base de la hegemonía del proletariado y la alianza obrero-campesina.

Así, aunque la Revolución proletaria solo triunfó en aquel período en la URSS, donde los obreros y campesinos rusos debieron emprender el camino de la construcción socialista en condiciones muy difíciles por el cerco imperialista, su avance se proyectó a escala mundial.

En particular favoreció la lucha de los pueblos oprimidos por el imperialismo durante el siglo XX, en una etapa del movimiento revolucionario en la que el proletariado conquistó el poder en países que llegaron a abarcar a una tercera parte de la humanidad.

 

La importancia del Partido de vanguardia

Desde comienzos del siglo veinte, Lenin luchó por la construcción de un Partido revolucionario de la clase obrera. Un Partido guiado por la teoría marxista, independiente de la burguesía y que deslindara campos con la socialdemocracia revisionista. Construyendo su ejército revolucionario, millones de explotados realizaron la epopeya histórica, por primera vez en la historia de la humanidad, en que el proletariado pudo sostener su dictadura y comenzar a construir una nueva sociedad, confiscando la tierra a los terratenientes y expropiando los medios de producción del gran capital.

La existencia de un partido de vanguardia fogueado en las diversas formas de lucha y arraigado en las masas fue decisiva para que el proletariado conquistara y retuviera el poder, basándose en la alianza obrera-campesina. La no resolución correcta de estas cuestiones significaría trágicas derrotas del proletariado de varios países europeos en este período.

Los aportes de Lenin significaron una nueva etapa en el desarrollo del marxismo. El leninismo es un desarrollo del marxismo en cuanto a la concepción del mundo –es decir, el materialismo dialéctico y el materialismo histórico–; en cuanto a la teoría y la táctica de la revolución en la época del imperialismo, que incluye la teoría de la hegemonía del proletariado en la revolución democrática; la dictadura del proletariado y el partido proletario; y la construcción socialista. Es los meses anteriores a la Revolución de Octubre Lenin escribió El Estado y la revolución, cuyo subtítulo era La doctrina marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución. Texto teórico fundamental en la preparación de la insurrección proletaria, donde Lenin rebate a fondo los argumentos revisionistas y burgueses sobre el Estado y plantea que la clase obrera, para realizar su objetivo histórico de terminar con toda forma de explotación, necesita destruir la máquina burocrático-militar construida por las clases explotadoras. Casi 50 años después, Ernesto Che Guevara decía que “frente a la realidad de hoy, «El Estado y la revolución» es la fuente teórico-práctica más clara y fecunda de la literatura marxista”.

 

A cien años, defendemos las enseñanzas de la Revolución de octubre

Mucho se han esforzado los ideólogos de la burguesía por quitarle esa trascendencia a la Revolución Rusa, desde decir que fue un accidente o un error, y que la base económica, reducida en estas concepciones a las “fuerzas productivas”, no la hacía posible, hasta aceptar que fue históricamente inevitable –como escribiera Gorbachov– pero presentándola como intrínsecamente maligna pues conllevaba el terror revolucionario, algo "inmoral" desde la hipócrita moral burguesa, para la cual la única democracia es la que le permita perpetuar su sistema. Tampoco puede proclamarse que fue innecesaria, alegando la derrota sufrida con la restauración capitalista 40 años después: Ya Lenin a cuatro años del triunfo de la Revolución decía: "Solo la lucha decidirá en qué medida podremos (en fin de cuentas) avanzar, qué parte de nuestro elevado objetivo lograremos realizar y qué parte de nuestras victorias conseguiremos consolidar. Ya veremos. Pero desde ahora es evidente que –para un país arruinado, atormentado, atrasado– se ha hecho muchísimo en cuanto a la transformación socialista de la sociedad. (...) Nosotros hemos empezado. Poco importa saber cuándo, en qué plazo, los proletarios de qué nación llevarán las cosas a término. Lo importante es que se ha roto el hielo; que está abierto el camino e indicada la dirección".

La revolución rusa verificó la teoría leninista de la hegemonía del proletariado y la concepción marxista de la revolución ininterrumpida y por etapas, que desarrolló más adelante Mao Tsetung sobre el carácter de la revolución en los países coloniales, semicoloniales y dependientes.

Para avanzar en la lucha por terminar con la explotación del hombre por el hombre a escala mundial, la clase obrera forjando su partido de vanguardia deberá dirigir y realizar la revolución en cada país. La integración de las verdades universales del marxismo-leninismo-maoísmo con la realidad de la revolución en cada país es la condición para lograrlo. El objetivo histórico de la clase obrera es la sociedad sin explotadores ni explotados: la sociedad comunista. Sociedad en la que hayan sido eliminadas todas las clases, los privilegios y la opresión en todo el mundo. Sociedad en la que haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo y con ella la oposición y subordinación entre trabajo manual e intelectual, entre el campo y la ciudad, entre la mujer y el hombre, y las desigualdades sociales que acarrea. Entonces, el trabajo no será solamente un medio de vida, sino el medio principal de realización humana y, con el desarrollo de los individuos en todos los aspectos, crecerán también las fuerzas productivas, fluirán abundantemente los manantiales de la riqueza colectiva y se habrá logrado una nueva conciencia.

Aunque con las derrotas de las revoluciones socialistas del siglo XX se cerró una etapa de la historia del movimiento revolucionario del proletariado, la época del Imperialismo y la revolución proletaria, que se manifestó en la emergencia y el triunfo de la Revolución de Octubre, sigue abierta así como la larga lucha por el socialismo y el comunismo. Por eso siguen vigentes en el mundo actual las enseñanzas de aquella revolución que hoy conmemoramos.

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