La victoriosa Revolución de Octubre y la estrategia de la revolución proletaria internacional
Traducciones existentes
- Die siegreiche Oktoberrevolution und die Strategie der internationalen proletarischen Revolution
- The Victorious October Revolution and the Strategy of the International Proletarian Revolution
- La victoriosa Revolución de Octubre y la estrategia de la revolución proletaria internacional
- La révolution d’Octobre victorieuse et la stratégie de la révolution prolétarienne internationale
- Победоносная Октябрьская революция и стратегия международной пролетарской революции
A inicios del siglo XX el capitalismo entró en una nueva y superior fase: el imperialismo. El estallido de la Primera Guerra Mundial estuvo ligado con una creciente complejidad de todas las contradicciones fundamentales de la sociedad capitalista y con su agudización hasta el extremo. Esto exigía seguir desarrollando los fundamentos teóricos del movimiento obrero revolucionario.
Mientras que los oportunistas soñaban con la conciliación de las contradicciones, era necesario defender la dialéctica materialista, las “bases teóricas cardinales”1 I del marxismo, en lucha contra el eclecticismo y la sofistería, aplicándola a los cambios esenciales del desarrollo capitalista. En el análisis dialéctico del imperialismo, Lenin descubrió la ley de la desigualdad del desarrollo económico y político como “una ley absoluta del capitalismo”. (Lenin, La consigna de los Estados Unidos de Europa, en O. C., tomo 26, pág. 378). Concluyendo de ello,
“que es posible que el socialismo triunfe primeramente en unos cuantos países capitalistas, o incluso en un solo país capitalista.” (Ibíd.).
En esencia, la exitosa Revolución de Octubre en Rusia se basó en la aplicación de tal conocimiento. Ella significó un desarrollo ulterior de la estrategia de Marx y Engels con respecto a la revolución internacional.
La primera revolución socialista victoriosa
¿Cómo fue posible que la época de las revoluciones proletarias empezara justamente en la atrasada Rusia, un país en donde casi el 80 por ciento de su población eran campesinos? Stalin observó, acerca de las circunstancias del derrocamiento con “relativa facilidad” de la burguesía,
“que la Revolución de Octubre comenzó durante un período de pugna encarnizada entre los dos principales grupos imperialistas, el anglo-francés y el austro-alemán, cuando estos grupos, enzarzados en mortal combate, no tenían ni tiempo ni medios para dedicar una atención seria a la lucha contra la Revolución de Octubre.” (Stalin, La Revolución de Octubre y la táctica de los comunistas rusos, en Obras, tomo VI, pág. 376).
Rusia fue punto nodal de todas las contradicciones fundamentales de aquel tiempo y, por consiguiente, el eslabón más débil del sistema imperialista mundial. El gigantesco imperio zarista reunía imperialismo capitalista con relaciones de producción precapitalistas. Con el desarrollo del capitalismo se había formado la clase de los obreros asalariados, la cual, aunque era todavía relativamente pequeña, se convirtió en la fuerza decisiva de la revolución rusa bajo la dirección revolucionaria de los bolcheviques.
Lenin rompió con el dogma de varios partidos socialdemócratas de la II Internacional, que una revolución socialista recién sería posible, recién “permitida”, cuando en el país hubiesen madurado completamente las fuerzas productivas capitalistas y el proletariado formase la mayoría absoluta de la población. Sobre ese dogma se fundaba la difamación menchevique de la Revolución de Octubre como “golpe de Estado”; sin embargo, al fin de cuentas, eso fue sólo un intento de los oportunistas para justificar teóricamente su capitulación ante las tareas de la revolución socialista.
La Revolución de Octubre rusa inauguró, en 1917, la época de la revolución proletaria para derrocar al sistema imperialista mundial. Fue la primera revolución victoriosa con el objetivo de abolir la explotación del hombre por el hombre como requisito de la transición hacia una sociedad sin clases. Stalin dijo sobre su importancia histórica:
“La Revolución de Octubre se caracteriza, ante todo, por haber roto el frente del imperialismo mundial, por haber derribado la burguesía imperialista en uno de los mayores países capitalistas y haber colocado en el Poder al proletariado socialista.” (Stalin, El carácter internacional de la Revolución de Octubre, en Obras, tomo X, pág. 251).
Lenin consideró a la Revolución de Octubre como preludio de la revolución internacional contra el imperialismo. Por eso recalcó:
“Esta primera victoria no es aún la victoria definitiva, y nuestra Revolución de Octubre la ha conseguido con dolores y dificultades sin precedentes, con inauditos sufrimientos, con una serie de graves desaciertos y errores nuestros. ... Nosotros hemos empezado la obra. Poco importa saber cuándo, en qué plazo y en qué nación culminarán los proletarios esta obra. Lo esencial es que se ha roto el hielo, que se ha abierto el camino, que se ha indicado la dirección.” (Lenin, Con motivo del cuarto aniversario de la Revolución de Octubre, en O. C., tomo 44, pág. 156).
La Revolución de Octubre llegó a ser el ejemplo para los partidos comunistas y obreros en todo el mundo.
La Revolución de Octubre, los revisionistas modernos y los neorevisionistas
Los revisionistas modernos no se atrevieron a distanciarse abiertamente de la Revolución de Octubre, ni aún cuando habían abandonado el marxismo-leninismo en el XX Congreso del PCUS en 1956. Desde Jruschov hasta Gorbachov, las celebraciones de júbilo con ocasión de los aniversarios de la Revolución de Octubre, deberían embaucar a las masas, de que la política revisionista de la nueva burguesía monopolista burocrática en el poder estaría bajo la continuidad de la política revolucionaria de Lenin.
Lo que quedó del espíritu de la Revolución de Octubre, en las filas de los revisionistas modernos, se puede leer en un artículo redactado por Willi Gerns, teórico líder del Partido Comunista Alemán (DKP), con ocasión del 85 aniversario de ésta. Primero alaba a la Revolución de Octubre como “el evento, que sin duda ha marcado más el curso de la historia en el siglo XX. Ella fue la primera revolución socialista victoriosa.” (periódico Unsere Zeit [Nuestro tiempo], 15 de noviembre de 2002). Pero luego hace desaparecer las enseñanzas decisivas de la Revolución de Octubre. No pierde ni una palabra sobre el hecho de que la Revolución de Octubre inauguró la época de las revoluciones proletarias en la era del imperialismo. Oculta el hecho de que el capitalismo en su fase imperialista es capitalismo agonizante y que la fase de transición histórica del capitalismo hacia el socialismo constituye una época de revoluciones proletarias. De esa manera, hace desaparecer el criterio decisivo para evaluar la política de un partido marxista-leninista; es decir, de si trabaja o no con miras a la revolución proletaria.
Desde hace algunos años el DKP admite en su programa que sería necesaria la “ruptura revolucionaria con las relaciones de poder y de propiedad capitalistas”. (Programa del Partido Comunista Alemán, suplemento al periódico Unsere Zeit, abril de 2006, pág. 1). Con ello reacciona a las críticas marxistas-leninistas presentadas desde hace 40 años respecto a la concepción revisionista del “camino pacífico al socialismo”, sin desprenderse por principio de ella. Lo característico de esta posición consiste en admitir nebulosamente la necesidad de una “ruptura revolucionaria”, pero dejando a oscuras, al mismo tiempo, la cuestión de en qué consiste y cómo se la debe poner en práctica. Este aparente cambio de su posición programática sobre la revolución se realiza, de modo característico, sin corregir autocríticamente la ilusoria estrategia y táctica revisionista de “hacer retroceder el poder del capital monopolista”, sostenida explícitamente por el DKP:
“Cuanto más se logre en eso conseguir cambios en el sentido de autodeterminación en el puesto de trabajo y en la sociedad, en el sentido de control democrático, desmilitarización y democratización en el Estado y la sociedad; tanto mayor será la influencia de las fuerzas democráticas y socialistas en todos los lugares donde se forma opinión, cuánto mejores son las oportunidades en la lucha por hacer retroceder al poder del capital monopolista y abrir el camino al socialismo.” (Ibíd., pág. 9).
La asociación de la estrategia y táctica revisionista, de “hacer retroceder al poder del capital monopolista”, con la concesión de una “ruptura revolucionaria”, sea cual fuere su índole, caracteriza la transición del DKP del fracasado revisionismo moderno hacia el neorevisionismo. Este constituye una modificación del revisionismo moderno, el cual emanó del XX Congreso del PCUS en 1956 y que vivió su más devastadora derrota con el colapso de la Unión Soviética en 1991. Hoy en día el DKP está dividido en varias alas que se combaten abiertamente. Los revisionistas modernos, los neorevisionistas y los reformistas de izquierda luchan por la hegemonía en este partido, el cual, desde la reunificación de Alemania y la desaparición de la RDA, se encuentra en una crisis profunda. Pero también hay un número creciente de afiliados y partidarios del DKP que subjetivamente se consideran revolucionarios y que buscan la cooperación con los marxistas-leninistas.
La esencia del revisionismo consiste en desdibujar la diferencia entre el socialismo y el capitalismo. En la estrategia y táctica revisionista, por consiguiente, se borra la diferencia entre reforma y revolución. Esto conduce siempre a nuevas distorsiones en el programa partidario del DKP:
“El DKP siempre ha partido de la base, que la transformación antimonopolista y la socialista constituyen estadios de desarrollo interrelacionados en el proceso revolucionario unitario de transición del capitalismo al socialismo.
Transformación antimonopolista significa un período de lucha revolucionaria, donde todavía existen elementos del capitalismo y ya se presentan gérmenes del socialismo. En un primer momento prevalecen todavía los elementos de lo viejo; pero en la lucha de clases los elementos esenciales de la nueva sociedad deben conquistar más y más la supremacía, para que la contrarrevolución no logre ahogar el proceso revolucionario.” (Ibíd., pág. 10).
Así, el DKP llega otra vez a la ilusión de todos los oportunistas: la transición evolucionista del capitalismo al socialismo. Ese debe ser un desarrollo paulatino “donde todavía existen elementos del capitalismo y ya se presentan gérmenes del socialismo”. Lenin hace una crítica fundamental, desde la posición de la dialéctica, cuando se borra la diferencia entre capitalismo y socialismo:
“La dialéctica niega las verdades absolutas, explicando la alternación de contrarios y el significado de las crisis en la historia. El ecléctico no quiere afirmaciones «demasiado absolutas», para pasar de contrabando su deseo pequeñoburgués y filisteo de sustituir la revolución por los «grados transitorios».
Los Kautsky y los Vandervelde silencian que el grado transitorio entre el Estado órgano de dominación de la clase de los capitalistas y el Estado órgano de dominación del proletariado, es precisamente la revolución, la cual consiste en derribar a la burguesía y en romper, en destruir su máquina estatal.” (Lenin, La revolución proletaria y el renegado Kautsky, pág. 129).
Gerns no menciona ni con una sílaba la enseñanza universal de la Revolución de Octubre; que el proletariado revolucionario debe destruir la maquinaria estatal burguesa, el órgano de poder central de la dictadura de los monopolios, y establecer en su lugar su propia dictadura para oprimir a las clases opresoras y eliminarlas como clases. Gerns actúa cómo el renegado Kautsky –el padre espiritual de todos los oportunistas– de quien Lenin se burlaba:
“Kautsky toma del marxismo lo que los liberales admiten, lo que admite la burguesía ... y arroja por la borda, calla y oculta en el marxismo lo que es inadmisible para la burguesía (la violencia revolucionaria del proletariado contra la burguesía para aniquilar a ésta).” (Ibíd., págs. 18-19).
El DKP aparentemente toma en consideración las experiencias históricas del movimiento obrero, como por ejemplo las de Chile en 1973, cuando los tanques de los militares aplastaron la esperanza en una transición pacífica al socialismo:
“Las experiencias de la lucha de clases enseñan que la burguesía monopolista, al ver en peligro su poder y sus privilegios, siempre ha intentado impedir el progreso social con todos los medios a su alcance, incluso establecer dictaduras fascistas y desencadenar guerras civiles.” (Programa del DKP, pág. 10).
Es tanto más irresponsable, cuando el DKP –a pesar de saberlo bien– continúa propagando la ilusión de un camino pacífico al socialismo:
“En dura lucha hay que superar su inevitable resistencia y conseguir tal supremacía de las fuerzas que aspiran al socialismo, que haga posible impedirle a la reacción aplicar la violencia, imponiendo para la clase obrera y sus aliados el camino más favorable al socialismo.” (Ibíd.).
La concepción revisionista de un “contrapoder” estratégico en el marco del capitalismo, el cual debe impedir a los monopolios dominantes a emplear su aparato represivo contra las masas revolucionarias, es sólo para disimular la renuncia a la lucha de clases revolucionaria.
En su escrito, El Estado y la revolución, Lenin ya polemizó contra el método aplicado por Willi Gerns para tratar la Revolución de Octubre:
“Con la doctrina de Marx acaece hoy lo que ha ocurrido repetidas veces en la historia con las doctrinas de los pensadores revolucionarios y de los líderes de las clases oprimidas en su lucha por la emancipación. ... Después de su muerte se intenta convertirlos en iconos inofensivos, canonizarlos, por decirlo así, rodear sus nombres de cierta aureola de gloria para «consolar» y engañar a las clases oprimidas, castrando el contenido de la doctrina revolucionaria, mellando el filo revolucionario de ésta y envileciéndola.” (Lenin, El Estado y la revolución, en O. C., tomo 33, pág. 5).
Los revolucionarios tienen la responsabilidad de decirle la verdad a la clase obrera y las amplias masas. Por eso se puede leer en el programa del MLPD:
“La clase obrera desea que la revolución se imponga sin aplicar la violencia. Sin embargo, la cuestión de la violencia se coloca independientemente de la voluntad del proletariado. Cuando las luchas toman un ascenso revolucionario los monopolios tratarán, según todas las experiencias históricas, de mantener su poder por medio de la violencia brutal. Por eso la clase obrera, bajo la dirección de su partido, debe alzarse en insurrección armada. Con el derrocamiento del imperialismo y la destrucción del aparato de Estado burgués, la lucha de clases del proletariado alcanza su forma más alta en el capitalismo.” (Programa del Partido Marxista-Leninista de Alemania [MLPD], enero del 2000, págs. 53-54).
Traición a las enseñanzas universalmente válidas del movimiento obrero: ¡ésa es la relación de los revisionistas frente a la Revolución de Octubre!
El desprecio dogmático de las enseñanzas de la Revolución de Octubre
Los dogmáticos en el movimiento internacional marxista-leninista y obrero, idolatran letra por letra a la Revolución de Octubre como lo más “sagrado”. Fustigan como traición toda evaluación objetiva e histórica, incluso crítica y creadora. El grupo Trotz alledem (A pesar de todo), por ejemplo, se revuelca lleno de reproches contra el MLPD. La necesidad de un debate de principios con ellos, radica menos en la importancia práctica de esta agrupación para la lucha de clases en Alemania que en esclarecer el contenido fundamental de los ataques. En una de sus publicaciones se lee:
“En la cuestión de la importancia de la Revolución de Octubre se muestra la completa bancarrota ideológica del MLPD ... Su posición frente a la Revolución de Octubre significa un ataque abierto al marxismo-leninismo, significa poner en cuestión a la revolución en general.” (Trotz alledem, Zeitschrift für den Aufbau der Bolschewistischen Partei Deutschlands [A pesar de todo, Revista para la construcción del Partido Bolchevique de Alemania], No 11 de diciembre de 1998, pág. 1).
Después de esta pomposa crítica general sigue un chaparrón de pérfidas falsificaciones de las posiciones del MLPD para colocarlo en el rincón del trotskismo y kautskismo. Los autores de Trotz alledem no pueden dar ni una sola prueba para sus tonterías de remate, tampoco excusarse de no conocer la línea ideológico-política del MLPD. Sólo difunden afirmaciones absurdas para azuzar prejuicios. Sobre todo, la apreciación dialéctica que hace el MLPD, queda cerrada para ellos como un libro con siete llaves:
“Para una persona con pensamiento lógico esta apreciación del MLPD es, en primer lugar, completamente incomprensible. Por qué la Revolución de Octubre deberá tener una importancia mundial, pero no un carácter internacional.” (Ibíd., pág. 6).
Con motivo del 10o aniversario, en 1927, Stalin explicó la “razón ... de que la Revolución de Octubre sea una revolución de significado2 internacional, mundial.” (El carácter internacional de la Revolución de Octubre, en Obras, tomo X, pág. 251). El sigue exponiendo:
“La Revolución de Octubre, al hacer cuartearse el imperialismo, creó, al mismo tiempo, con la primera dictadura proletaria una base potente y abierta para el movimiento revolucionario mundial, base que este movimiento no había tenido jamás antes y en la que ahora puede apoyarse. Creó un centro potente y abierto del movimiento revolucionario mundial, centro que no había tenido jamás antes y en torno al cual ese movimiento puede ahora adquirir cohesión, organizando el frente único revolucionario de los proletarios y de los pueblos oprimidos de todos los países contra el imperialismo.” (Ibíd., pág. 257).
Con esto Stalin describió la esencia general de la Revolución de Octubre y su importancia general para la promoción de los movimientos revolucionarios en todos los países. Sin embargo, esto no cambia en nada el hecho de que la Revolución de Octubre en su esencia concreta, en su forma, se mantuviera como revolución de carácter nacional. Willi Dickhut evaluó, en 1991, el carácter de la Revolución de Octubre en el marco de la época de la revolución proletaria mundial y desde el punto de vista del materialismo histórico:
“La Revolución de Octubre rusa de 1917 anunció la fase de transformación radical del capitalismo al socialismo. Llegó a ser el gran ejemplo para los partidos obreros comunistas en el mundo. No obstante, la Revolución de Octubre tuvo carácter nacional. Triunfó porque la Rusia zarista fue el eslabón más débil en la cadena de los países imperialistas. La Revolución de Octubre originó la construcción del socialismo en un solo país. La revolución, sin embargo, no se extendió más, los movimientos revolucionarios en otros países fueron reprimidos.” (Sobre el carácter internacional de la revolución proletaria, en Documentos escogidos del Congreso de Berlín del MLPD [IV Congreso Nacional], 2002, pág. 47).
Con su apreciación metafísica de la Revolución de Octubre los dogmáticos bloquean la conclusión de la necesidad de la revolución internacional. Quieren trasladar un modelo de revolución, que en las condiciones particulares de 1917 fue correcto, incluso genial, a los tiempos actuales. Para ello tienen que ignorar los cambios esenciales en el imperialismo y las distintas condiciones de los diferentes países.
La Revolución de Octubre como realización de la estrategia de la revolución internacional
Lenin, en coincidencia fundamental con Marx y Engels, tomó la revolución internacional como punto de partida y de referencia permanente de su estrategia revolucionaria. Vio en la revolución rusa al comienzo de la revolución internacional, “sólo un eslabón en la cadena de la revolución internacional.” (Lenin, Discurso en la conferencia de presidentes de C.E., en O. C., tomo XXXIV, pág. 19).
Sobre la base de la crisis revolucionaria provocada por la Primera Guerra Mundial, desatada por la Revolución de Octubre y la guerra civil en Rusia, se desencadenaron movimientos revolucionarios en una serie de países capitalistas, colonias y semicolonias. Sin embargo, contrariamente a las expectativas de Lenin, la Revolución de Octubre no produjo la revolución internacional. En ningún otro país los revolucionarios pudieron triunfar sobre la contrarrevolución. Pero el movimiento revolucionario en muchos países impidió que el imperialismo mundial concentrase sus fuerzas en sofocar a la revolución rusa. Esto subraya la relación inseparable de la Revolución de Octubre con la lucha de clases internacional.
La ausencia de la revolución internacional no fue ningún motivo de pesimismo y resignación para Lenin. Pese a que no se cumplieron sus expectativas, él defendió “que depositamos nuestra esperanza en la revolución internacional, y esa esperanza era indudablemente acertada.” (Discurso en la sesión solemne ... dedicada al tercer aniversario de la Revolución de Octubre, en O. C., tomo XXXIV, pág. 97).
En el III Congreso de la Internacional Comunista, en verano de 1921, Lenin evaluó crítica y autocríticamente:
“Cuando, en su tiempo, iniciamos la revolución internacional, no lo hicimos persuadidos de que podíamos adelantarnos a su desarrollo, sino porque toda una serie de circunstancias nos impulsaron a comenzarla. Nosotros pensábamos: o la revolución internacional acude en nuestra ayuda, y entonces tenemos plenamente garantizadas nuestras victorias, o llevaremos a cabo nuestra modesta labor revolucionaria con la convicción de que, en caso de derrota, y pese a todo, serviremos a la causa de la revolución, y nuestra experiencia será útil para otras revoluciones. Teníamos claro que la victoria de la revolución proletaria era imposible sin el apoyo de la revolución mundial. Ya antes de la revolución, y después de ella, pensábamos: o estalla inmediatamente la revolución –o por lo menos muy pronto– en los otros países, más desarrollados en el aspecto capitalista, o, de lo contrario, habremos de sucumbir. A pesar de este convencimiento, hicimos todo lo posible para mantener en todas las circunstancias y a todo trance el sistema soviético, porque sabíamos que no sólo bregábamos para nosotros mismos, sino también para la revolución internacional. Lo sabíamos, habíamos expresado reiteradas veces esta convicción antes de la Revolución de Octubre, igual que inmediatamente después de ella y cuando firmamos la paz de Brest-Litovsk. Y hablando en términos generales, esto era justo.” (III Congreso de la Internacional Comunista, Informe sobre la táctica del PC de Rusia, en Obras Escogidas en doce tomos, tomo XII, pág. 131; el resaltado es del autor).
Lenin comprendió las objetivas leyes inherentes en la época del imperialismo y, por eso, en su estrategia partió estrictamente de la revolución proletaria internacional. En su discurso con motivo del tercer aniversario de la Revolución de Octubre constató:
“Sabíamos entonces que nuestra victoria sería firme sólo cuando nuestra causa hubiera triunfado en todo el mundo, y cuando comenzamos nuestra obra contábamos exclusivamente con la revolución mundial.” (Discurso en la sesión solemne ... dedicada al tercer aniversario de la Revolución de Octubre, en O. C., tomo XXXIV, pág. 96; el resaltado es del autor).
Las expectativas concretas de Lenin no se cumplieron. Por cierto que los factores de la revolución proletaria estaban dados en Rusia, pero aún no maduros, objetiva ni subjetivamente, en los demás países capitalistas. No se produjo una reacción en cadena de revoluciones para derrumbar el imperialismo y establecer una “Unión de las Repúblicas Soviéticas Socialistas del Mundo y de la asociación económica de los trabajadores de todos los países en la economía unitaria mundial del socialismo, que debe realizar el proletariado mundial después de la conquista del poder estatal.” (Actas del VI Congreso Mundial de la Internacional Comunista, en Die Kommunistische Internationale in Thesen, Resolutionen, Beschlüssen und Aufrufen [La Internacional Comunista en tesis, resoluciones, acuerdos y convocatorias], tomo 2, pág. 322; traducción propia del alemán).
Pese a esta experiencia la dirección del PCUS rechazó, con plena justeza, toda forma de capitulación, probando, en las décadas siguientes, que en Rusia no solamente fue posible el triunfo de la revolución proletaria sino también la construcción del socialismo. Contrariamente al modo de proceder teórico y práctico de Lenin, los dogmáticos, con su modo de pensar metafísico, no consideran a la Revolución de Octubre como parte de la revolución internacional. Puede ser que esto sea disculpado en los tiempos de relativa calma en la lucha de clases, pues todo dependía del volver a construir al movimiento obrero revolucionario en los países individuales, de fortalecerlo y consolidarlo. Pero desde el inicio de la nueva fase de transformación radical del capitalismo al socialismo, mediante la nueva organización de la producción internacional, esta posición es imperdonable pues llevaría obligatoriamente a la derrota.
Stefan Engel, La victoriosa Revolución de Octubre y la estrategia de la revolución proletaria internacional, en Aurora de la revolución socialista internacional, págs. 32-45.